Lo que realmente buscaban Monteverdi y sus contemporáneos era recuperar la tragedia griega, el recitar cantando que ellos veían en las representaciones plásticas de la cultura griega. Si hasta entonces la herencia de lo clásico se centraba en el conocimiento e intento de aplicación de la farrogosa teoría griega, los músicos de en torno a 1600 intentan recuperar su función y su espíritu. Si los griegos recitaban poesía y dramatizaban obras teatrales acompañados de instrumentos, con danzas y coros, la verdadera música clásica debería hacer uso de ello. Además estaba todo el tema de la mitología, la escenificación,... Todos estos aspectos despertaron la imaginación de algunos de los compositores de esta época que, queriendo ser clásicos, desarrollan un estilo nuevo y unas nuevas formas de hacer música.
El mundo de madrigal esconde verdaderas joyas de la música reservata, música que usa de figuras musicales ligadas al texto y cuya comprensión aumentan el disfrute de ella. (No solo eso sino que en algunos casos esto ocasiona una música disonante y cromática que cuesta aceptar sin comprender el significado que el compositor ha querido darle)
De esta búsqueda dramática cada vez más cercana (o eso creían) a la forma de hacer tragedia griega surge una forma de representación de obras en música (Ópera) basada en el recitar cantado (acompañamiento del bajo contínuo), las partes instrumentales y danzas, y las árias (expresión de los sentimientos del solista) Una de las primeras conservadas es Orfeo
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