Música no es una asignatura para hacer músicos profesionales, puede que también, pero no solo.
La Educación necesita de lo emocional o no es educación, solo formación profesional. Tal vez no haya que perder el tiempo con estas tonterías ya que el ser humano nace para trabajar y para ello se forma durante toda su vida de manera lenta, aburrida y costosa. O tal vez la vida sea desarrollarse como persona útil a través del trabajo, pero, sobre todo, SER PERSONA. Pasar por el mundo exprimiendo experiencias, explorando emociones, dejando huella y no solo productos. Tal vez.
Aprender música es, sobre todo, HACER MÚSICA de manera consciente, desarrollando el oído, curioseando todo tipo de sonidos de todas las épocas. No confundir Música con una asignatura de definiciones y bolitas, hay que experimentar el sonido y sus emociones para que esto funcione.
Es de hace años, pero lo he disfrutado ahora...
La práctica musical, independientemente de la edad con la que se realiza, se está poco a poco consolidado con una herramienta inexcusable para el desarrollo neuronal de todo ser humano, como una forma de ejercitar, desarrollar, consolidar y/o mantener activo nuestro cerebro. Desde Jordi Jauset, pasando por Laurel Trainor o Elcard Attenmüller, la comunidad científica día a día nos bombardea con más y más datos que nos deben hacer replantearnos el peso que la educación musical debe tener en el sistema educativo a nivel mundial. Incluso ya hay voces que enarbolan la bandera en la que se muestra a la educación musical como una imprescindible vacuna contra el fracaso escolar. Palabras como neuroplasticidad y neuroeducación musical ya deberían estar formando parte de nuestro lenguaje en las aulas.
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